miércoles, 20 de marzo de 2013

El Caballero y la Princesa... segunda parte

Dicen que nada es definitivo, que si no lo logras es que no lo has intentado lo suficiente, éso le decía su corazón al caballero...

Día tras día miraba a su princesa, día tras día deseaba robarle una mirada, un beso, una caricia,  día tras día la veía alejarse y noche tras noche sentía una gran tristeza.

Se resignó entonces el caballero a su destino, y se dijo a si mismo -"Si no puedo tener su corazón, será su amistad mía", dolorosa elección de vida caballero, sabes que eso no te traerá más que agonía, pero al caballero no le importaba, -"ya tanto he sufrido, y por tan fútiles motivos que esto sera una bendición, sangrar por ella es sangrar de alegría"

Y así el caballero se acercó a la princesa, de la manera más humilde, de la manera más sincera -"Sólo quiero ser tu amigo"- insistía el caballero, y la princesa de  poco en poco aceptó, aunque siempre desconfiada de su propuesta.

Noche tras noche charlaban el caballero y la princesa, casi obstinadamente hasta ya avanzada la madrugada, disfrutando ambos su charla, compartiendo, ahondando cada vez más en conversaciones que se codeaban con lo íntimo y siempre de forma muy animada, y la princesa sin quererlo fue conociendo al caballero, y encontró en él un ser contradictorio.

Su negra armadura, su escudo gastado, su espada desprolija por tantas batallas, su aspecto distante, desconfiado y alerta  no eran más que una charada, el caballero, después de todo... era humano, más que nada.

Y la princesa se encariñó con el caballero, y el caballero sintió un calor en su pecho, antaño cubierto de hielo, era esperanza...

Tímidamente decidió entonces confiar en el caballero, su tesoro más preciado, un regalo y una cruz, pero por la cual la princesa daría sin pensarlo su vida, la razón de su recelo, su pequeña hija, su pequeña amada...

No existió batalla alguna para el caballero que se comparase a ésto, tan nuevo para él como atemorizarte, y se vio con miedo como nunca antes, pero no ante la pequeña, sino ante sí mismo, y el caballero calló con respeto, respeto como el que se le tiene a una nueva espada, una de cristal, hermosa, pero tan frágil, tan frágil.

La princesa vio entonces al caballero, y comprendió su pesar, ella podía ver al caballero con tanta facilidad, como si éste no trajera armadura alguna, y confiando ya en el caballero lo aceptó en su regazo por primera vez, y por primera vez el caballero se sintió rey, por que recibió de ella el regalo soñado por cualquier caballero, por cualquier hombre... un beso de su doncella adorada.

Era feliz el caballero, por que ya su armadura no era negra, y su princesa ya no era princesa, era ahora su reina, y él era un rey, un rey de brillante armadura, escudo y espada, corona y un trono, y no sólo su reina, sino también su princesa, una pequeña princesa, ahora también por él adorada.

Sentó entonces en su regaso el rey a su hija, y le dijo con calma: "Un día serás también de algún caballero la princesa, su joya más preciada, pero no olvides hija mía, no temas amar a quien te luche, por oscura que parezca su vestidura, su escudo o su espada,  por que quien por ti ofrezca su vida, será tu caballero y tú serás su amada, y te amará, como yo amo a quien ahora, también es mi reina, tu madre... mi amada."

Fin...?

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